Los que tienen cierta edad, suelen carraspear. Los jóvenes tartamudean y las almas soñadoras se elevan de la mano de la melodía. Sobrecogidos, entre las altas murallas de piedra, sienten que de nada sirve fingir indiferencia cuando te brota luz de la mirada. Por las vidrieras se cuela el tiempo certero en forma de estela. Rebota en el suelo pétreo, se desliza como sierpe entre los zapatos mojados y los calcetines resbalados hasta los tobillos de invierno El frío de las teclas de un piano negro que espera, acunan mi templada intimidad de uñas limpias. Escrito en mi pulso, el anhelo, grabado en tu frente mi destino. Los centinelas de la noche se desperezan prendidos de tu cuello de nieve, y te cuidan, te adoran, te quieren. Alejan de ti los negros velos del miedo y te acunan para que puedas despertar serena, como cada mañana, mermelada de ciruelas y té americano.