Sígueme, me dijo la Estrella del Norte. Y no se me ocurrió ni una sola razón para no hacerlo, para no salir de aquel pequeño pueblo donde las almas perdidas jugaban cartas con los ladrones de cabezas cortadas.
Y la seguí porque de tanto girar alrededor del fuego perdí el equilibrio sobre la arena fría.
Y la seguí porque los bárbaros tenemos martillo y pieles gruesas.
Y la seguí porque los amigos me los comí antes que a los enemigos.
Y la seguí porque sobre la peana del pedestal sólo cabía uno.
Y la seguí porque la noche era cerrada y tenía las botas sucias de polvo estelar.
Y la seguí porque, como ya dije, no se me ocurrió razón alguna para no hacerlo.
Y la seguí porque de tanto girar alrededor del fuego perdí el equilibrio sobre la arena fría.
Y la seguí porque los bárbaros tenemos martillo y pieles gruesas.
Y la seguí porque los amigos me los comí antes que a los enemigos.
Y la seguí porque sobre la peana del pedestal sólo cabía uno.
Y la seguí porque la noche era cerrada y tenía las botas sucias de polvo estelar.
Y la seguí porque, como ya dije, no se me ocurrió razón alguna para no hacerlo.
Comentarios
Aquella estrella de allá hoy brillará por ti. Como dice la canción.
Abrazos asombrados. Sin moneda bajo la lengua.
Siempre pasan de largo por mi lado, por mucho que me pongo de puntillas no alcanzo su estela...
Tan vez los pies de plomo atan a la tierra más fuerte que las alas del deseo.
Besos.