La he cagado. De nuevo el deshielo de las esquirlas que me ataban las manos a la espalda y me amordazaban la lengua viperina que me da tres vueltas al sentido común.
No me conformo con las sobras del plato del rey. Quiero la tajada de la yugular de la Virgen de los Sicarios.
Corro por una calle que está vacía de palacios, una calle donde solo quedan tronos vacíos de dioses caídos.
La he cagado. De nuevo el deshielo.
El deshielo que me resbala entre los pechos, que me bordea peligrosamente el ombligo hasta perderse por el respingo que me pone el destierro de la virtud al pie de los caballos. Caballos negros. Caballos rejoneadores de muerte de terciopelo.
Que haría yo sin tu anhelado desprecio negro cárcel mía. Sería hielo.
las escamas del dragón se desperezan en la noche de luz de invierno. Abre los ojillos brillantes de reptil que no existe y con su aliento, fétido, cálido, pérfido de machaca de discoteca de malos de libro no leído, me obliga al deshielo.
Le pego un trago al salitre del viento. Ya no queda otra que aguantar la ola de tu deshielo.
No me conformo con las sobras del plato del rey. Quiero la tajada de la yugular de la Virgen de los Sicarios.
Corro por una calle que está vacía de palacios, una calle donde solo quedan tronos vacíos de dioses caídos.
La he cagado. De nuevo el deshielo.
El deshielo que me resbala entre los pechos, que me bordea peligrosamente el ombligo hasta perderse por el respingo que me pone el destierro de la virtud al pie de los caballos. Caballos negros. Caballos rejoneadores de muerte de terciopelo.
Que haría yo sin tu anhelado desprecio negro cárcel mía. Sería hielo.
las escamas del dragón se desperezan en la noche de luz de invierno. Abre los ojillos brillantes de reptil que no existe y con su aliento, fétido, cálido, pérfido de machaca de discoteca de malos de libro no leído, me obliga al deshielo.
Le pego un trago al salitre del viento. Ya no queda otra que aguantar la ola de tu deshielo.
Comentarios
Anuncian la llegada de la primavera, del renacer de la hierba fresca y de las cálidas flores que no podían emerger bajo el peso del manto helado.