Ir al contenido principal

GUARDIANES ABSURDOS



Érase una vez un hombre que tenía la misión de cuidar que ninguna planta creciera en un terreno de 100 metros cuadrados. Para cumplir su misión le dieron un fusil, pero por más que apuntaba a las plantas, e incluso, llegando a disparar, no consiguió que dejaran de crecer.


Dejó el fusil sobre una piedra y se hizo con un rastrillo. La cosa empezó a funcionar. Todas las mañanas rastrilleaban el terreno y erradicaba cualquier rastro verde, por tímido que fuera. Pasó así diez años hasta que un día de primavera enfermó. Pasó diez días debatiéndose entre la vida y la muerte, y cuando consiguió reponerse volvió a su pequeño desierto y descubrió asombrado, que en una de las esquinas había una planta que, no solo había brotado, sino que había florecido. No era gran cosa, pero era lo más hermoso que había visto en los diez años que llevaba rastrilleando el terreno.


Empezó a preguntarse quién fue quien le dió tan rara misión hacía tantos años. Se preguntó la utilidad de la tarea y si pasaría algo si no lo rastrilleara nunca más. Mientras reflexionaba, apareció un conejo que empezó a mordisquear la planta. No lo dudó ni un instante. Cogió el fusil, que seguía sobre la piedra y disparó. Resultó una cena deliciosa, mucho mejor que el aburrido arroz que cocía cada día.


La flor se hizo arbusto y con el tiempo dio sombra y en primavera frutos. Ningún conejo volvió o morder la planta.




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No se como lo haces pero me encantan las fotos que acompañan tu Blog.

L.O.W
Thanks... busco un poco y a veces encuentro una foto que me gusta y es por ella que escribo y no al revés.
Anónimo ha dicho que…
Te miro aunque no lo creas.
No siempre me gusta lo que veo.
Otras veces si para que negarlo.

Ratón Pérez

Entradas populares de este blog

LEYENDO OLORES

Huelo cartas, sobre, formularios, fotocopias… Acerco mi nariz a ellas y les encuentro la huella del que la completó para mí. Las hay que huelen a tristeza. Es un olor apenas formulado, suele tener un tacto frío. Los documentos que huelen a prisa suelen estar doblados y la tinta de la impresora de chorro aun está fresca. Luego están los que huelen a casa, a cebolletas por haber compartido la bolsa de la compra, a salsa de soja, a especias los de aquellos que están aquí pero son de allí. Los hay que huelen a calor humilde, a fogón antiguo, documentos ahumados como aquellos que los traen con sus ropas gordas, invernales , y las manos ásperas de trabajar mucho muchísimo. Hay papeles que huelen a perfume empalagosos, dulzones. También hay h ojas que huelen a colegio, a sacapuntas , a goma de borrar, a bolis de colores. Los hay mejor o peor vestidos. Envueltos en fundas de plástico , en sobres demasiado pequeños o demasiado grandes, en carpetitas de publicidad, en carpetas de gomas f...

MARCAR TERRITORIO

Animalitos territoriales. Lamiéndose la pata en lo alto de la empalizada mientras otean su reino ante la incertidumbre de cuanto durará la calma antes de que, de nuevo, un nuevo bichito entre a hurtadillas y pretenda alzar la meada contra un tronco recóndito, inundando de su esencia todo el rincón, con el viento como cómplice hasta que las uñas, en todo lo alto, devuelva el honor al defenestrado... o no...

AL MENOS UN CORAZÓN

Tengo un vestido verde robado. Sirve para disfrazarse o mimetizarse con el entorno. Me lo puse y salí a la calle sin verme. No me gustan los espejos porque se quien duerme en ellos. - El pelo recogido te hace más interesante. - Cierto. Suelto simplemente me hace. No pude evitar echar un vistazo rápido a mi reflejo en los escaparates. Lo hice agazapada en la espesura para no invitar al que duerme en todos los reflejos a que entraba en mi. Olía a nuevo (es un olor de color plata que a veces en lugar de oler tintinea). - Es muy verde - dijo A. - Es igual que otro que ya te vi- dijo B. - Algo corto- dijo C. - ¿ Y qué esperais?- contesté yo - es un disfraz. La pequeña ciruela verde me dejó su broche. Era de plástico rojo con el fondo escocés y forma de corazón. Lo coloqué por azar en mi pecho, hacia la izquierda. - Bonito vestido -dijo D - ¡Lleva un corazón!. Asentí. - Que bien - prosiguió -Así al menos tendrás uno. Vaya con la máscara. Tanto tiempo la llevé que se ha incorporado a mi. Sonr...