La boga pica chiquito porque tiene boquita de piñón y no sabe de grandes dentelladas. Se devora el cebo de gusarapa o pan alemán a mordisquitos diminutos de señorita bien en salón de té inglés. Así y no de otra manera hay que comerse las tentaciones para que se nos atasquen en el respirar necesario. Porque evitarlas es tan difícil como lo es para la boga resistirse a la masilla de pan alemán que se mezcla con la maestría de unas manos toperas sobre las que cae la ceniza de un Romeo y Julieta a orillas del Bullaque. Porque es imposible resistirse a ellas como la trucha no puede zafarse de la mosca de pluma delicada en latigazos certeros de cola de rata. Porque es inviable dejar de sentirse seducido por el pecado como lo es para la Carpa Royal el pasar sin mirar la patata cocida que encierra en su entraña la triada de una potera mortífera de Farias y caramelos de eucalipto.
Hay narices que todo lo huelen.
Y esencias que en todos los humos viajan.
Hay espíritus que vagan entre los sauces, los robles, las chaparras.
Pero como bogas apenas chupar el cebo como única forma de no morir en el intento.
(Sé viejo, que caminas a mi par)
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