El azar es un embuste.
Figuritas negras que tornasoléan al desquicie de mi mirada.
Guardian de la luz es el amor que me espanta y me deja colgada del alambre de espino que ni soga ni lazada, apretando, asfixiando volviéndome la mirada al blanco mientras del pecho, exhalado, el turbio vapor de una roca volcánica INCANDESCENTE.
Plata filibustera que en monedas se derrama cayendo por la sima de los vacíos de todo lo que no me dices.
De la luz, centinela, no me dejes caer en la tentación y líbrame de todo mal antes de que Dios me pille por banda y me ampute de cuajo las alas.
El mundo entero en sus manos. Que casualidad ni que niño muerto. Señales grabadas a fuego en la escarcha. Metales que se evaporan en una tarde sin viento mientras el agua verde se come las esperanzas de aquellos que nunca fueron cuerdos, ni atalayas ni brazada.
Nunca tendré principios. Por no tenidos no pude perderlos y de hallarlos los desecharía al no reconocerlos. Ventura la mía que la luz me quiere y me resguarda aquí, en la torre desde la que vigilo que ni el aire ni la bruma puedan dañarla, con la espada de ónix y la mano de fina plata.
Figuritas negras que tornasoléan al desquicie de mi mirada.
Guardian de la luz es el amor que me espanta y me deja colgada del alambre de espino que ni soga ni lazada, apretando, asfixiando volviéndome la mirada al blanco mientras del pecho, exhalado, el turbio vapor de una roca volcánica INCANDESCENTE.
Plata filibustera que en monedas se derrama cayendo por la sima de los vacíos de todo lo que no me dices.
De la luz, centinela, no me dejes caer en la tentación y líbrame de todo mal antes de que Dios me pille por banda y me ampute de cuajo las alas.
El mundo entero en sus manos. Que casualidad ni que niño muerto. Señales grabadas a fuego en la escarcha. Metales que se evaporan en una tarde sin viento mientras el agua verde se come las esperanzas de aquellos que nunca fueron cuerdos, ni atalayas ni brazada.
Nunca tendré principios. Por no tenidos no pude perderlos y de hallarlos los desecharía al no reconocerlos. Ventura la mía que la luz me quiere y me resguarda aquí, en la torre desde la que vigilo que ni el aire ni la bruma puedan dañarla, con la espada de ónix y la mano de fina plata.
Comentarios
De momento, el agua verde no ha terminado de ahogar las esperanzas de esta cabeza loca.
El que custodia la luz, no consigue evitar que yo siga viendo una insignificante claridad allá en lontananza. La mínima imprescindible para no caer en ese terrible vacio que provoca la oscuridad absoluta...
Ojalá toda la gente sin principios se pareciera un poquito a tí.
Principios... tan sobrevalorados en estos día y digo estos antes del 22, que parece que el mundo acaba cuando sólo empieza.
No hay oscuridad absoluta cuando llevamos la luz incorporada de serie...entre tanto 010101000101011110, la luz brota a raudales. El negro de la noche mala, no cabe....
escondes tu espada de onix
cuando no deberías en vez de con ella
batir alas para conquistar otras torres y dejar de vigilarlas.