SECUESTRAR BIZCOCHOS PARA DEJARLOS MORIR.
Se empieza por secuestrar cubanitos, bizcochos de anis. Los guardas pensando que son todos tuyos y que no quieres ver como los demás los comen porque disfrutan con ellos y la mañana se les hace menos pesada.
Tienes cientos de ellos, QUE NO SON TUYOS QUE SON DE TODOS, pero te obsesiona la idea de que se acaben engullidos por las boquitas ávidas de los demás. Empiezas por guardarlos en una bolsa con excusas absurdas y los escondes en tu secreter privado. Gruñes cuando alguien se acerca porque son tuyos y sientes el poder de los bizcochos cubanitos que te enaltece. Giras y volteas porque atesoras aquello que los demás añoran y te ríes, te carcajeas porque sólo tú tienes la llave de la alacena.
A la mañana siguiente te envarga la satisfacción al saber que la búsqueda de los golosos es infructuosa porque sólo tu comerás bizcochitos cubanitos de anís, y de tanta alegría se te pasa la mañana y no los pruebas. Mañana los comerás a escondidas y luego dejarás el papel y las migajas a la vista de aquellos a los que les evocan tiempos mejores. Pero abrir el armario es peligroso, no vaya a ser que se cuele la vida en él y se los coma, porque eso, un día más, los bizcochos siguen guardados.
Se han puesto de moda las galletas de canela. Las trae la muchacha que se comía tus bizcochos con fruición y hoy ni siquiera los recuerda. Cada mañana un buen puñado de galletas caseras. Míralas, las de los ojos chisposos y las nalgas prietas, como se ponen de canela las muy cerdas y ya nadie se acuerda de los cubanitos. Ha llegado el momento. Corres al amario y de la bolsa extraes.... el polvo de lo que fueron bizcochos y ahora es tierra.
Asesina de bizcochos secuestrados, no puedes admitir que te mueres por una galleta de canela.
Comentarios
Mi reino por un bizcocho!