Esa manía nuestra de apropiarnos de aquello en lo que somos meros espectadores. Hemos ganado, hemos perdido, y en definitia sólo gana o pierde aquel que ha luchado contra los enemigos en la arena. El público debe jalear, arropar al contendiente, pero nunca debe perder la perspectiva de que el luchachor es ese al que, atónitos observan.
El dolor es un compañero de viaje con gustos austeros y que tiende a la omnipresencia, pero al menos nos da compañía. Es peor no sentir nada. Cero grados, ni frío ni calor. Un dolor bien anclado entre el alma y el sentido común nos hace estar en guardia, respirar con más fuerza, aferrarnos a aquellas cosas que nunca deben olvidarse. Este humilde oráculo te pide dos cosas: No desprecies el dolor, aprende a conversar con él, que es muy sabio. Y no hagas tuya la lucha, se el mejor de los espectadores, el que incluso aplaude cuando la batalla parece perdida.
El Oráculo de Delfos ha hablado.
El dolor es un compañero de viaje con gustos austeros y que tiende a la omnipresencia, pero al menos nos da compañía. Es peor no sentir nada. Cero grados, ni frío ni calor. Un dolor bien anclado entre el alma y el sentido común nos hace estar en guardia, respirar con más fuerza, aferrarnos a aquellas cosas que nunca deben olvidarse. Este humilde oráculo te pide dos cosas: No desprecies el dolor, aprende a conversar con él, que es muy sabio. Y no hagas tuya la lucha, se el mejor de los espectadores, el que incluso aplaude cuando la batalla parece perdida.
El Oráculo de Delfos ha hablado.
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