Se equivoca el que achaca su estado de amargura a la felicidad ajena.
- Claro, si tu tuvieses lo que tengo yo encima...
Y no niego que hay pesos insoportables, pero no sonríe mas el que nunca cayó, sino el que a fuerza de hacerlo aprendió a precipitarse al suelo con cierto grado de elegancia y que dominó como nadie al arte de sacudirse el polvo de la vestimenta con el gracejo de una bailarina clásica.
El miedo a tropezar amputa el paso y sin paso no hay camino hacia ningún lado y te conviertes en estatua de sal que, poco a poco, se degrada con el viento hasta desmoronarse, desaparecer de la presencia y la memoria.
Polvos fosforíticios de melaza almizclera, papelinas de belcanto y volutas de plomo fundido a cero grados. ¿Quién me quita el resuello de la carrera en esta tormenta brava de primavera?.
Comentarios
Es mucho más importante aprender a levantarse que a no caer, porque tarde o temprano caemos tod@s, es muy difícil no tropezar o no perder nunca el equilibrio (pero algunas hemos visto aterrizajes impresionantes, en plancha ..., y hemos visto a esa persona levantarse y reirse de la caida).
Es fácil decir aquello de "al mal tiempo, buena cara". Lo difícil es ponerlo en práctica.
Saludos y feliz sábado.