Te pones y te pones. Un poquito de rimmel, el pantalón pegado, petando pero sin obturar la mirada del otro. Taconazo escaramuza que te alza a la altura de la mas alta bruja. Las gafas negras, grandes que enmarcan tu carita blanca como de arroz y ese pelazo largo y enroscado. El resto, fondo de armario, en definitiva "ole, ole, ole, arroz con caracoles". Como niñata la radio a todo trapo, una y otra vez la misma estrofa que te hace mas grande, mas bella, mas diosa... Y te bajas del coche y caminas como si fuera el camino dorado a Oz y te cruzas con ellos. Ellos grandes y chicos, ellos solos o en grupo, en coche, parando en el paso de peatones para seguir con sus miradas tu caminar peliculero. Te miran, vaya si te miran, si es que de eso se trata, de creerte tormenta y lluvia que tono lo sana. Paso, paso... te miran. Cuanta soberbia mi alma, ¿cuánta?. Toda.
Y te ríes, y hasta el pelo se te sonroja de lo bonita que marchas.
Y te miran.
Coño, te miran tres señoras octogenarias que van a misa de 7. No jodas, ¿es para tanto?.
No jodas... pero no jodas de verdad. Te paras ante el escaparate de la libreria de la esquina y el cristal, capullo, te devuelve el reflejo de tu imagen en el sucedaneo de espejo: ropa guapa, fondo de armario pero guapa, esos pantalones al vacío, taconazos de medio lagarto y... un trozo de papel cello con florecitas pegado en la frente, el mismo que la pequeña ciruela usa para jugar, el mismo con el que jugaba cuando hablabas por teléfono y te lo pegó en la frente y pensaste, bah, luego me lo quito.
Pasa otro que también te mira : lo raro sería que no lo hiciera.
Comentarios
mientras tiernamente te mira...
(es que le encanta el pelazo largo, mira tú)
Beso.
lara tiene alas